"Tenía esta silla, el alma de Cenicienta. "
La Silla Bacilosa
Tenía esta silla, el alma de Cenicienta. Trabajaba día y noche ofreciéndose al cansancio o al aburrimiento del primer parroquiano, en un bodegón infame en cuyo techo de vigas ennegrecidas por las moscas y el hollín había reminiscencias de cocina hogareña.
Siempre humilde y sufrida, permanecía en su puesto con la adhesión incondicional de una vieja nodriza, soportando estoicamente el petulante balanceo del cómico de la lengua o el cansancio enfermizo del lunático bebedor de ajenjo, como Verlaine. Ella guardó el secreto de muchas vidas intensas. Gerardo de Nerval, una noche, le dijo al oído que se ahorcaría del primer farol.
Los mozos de servicio, inconscientemente, fueron adquiriendo algo de su alma. Los días de descanso aburríanse por las calles y volvían a la taberna. Pero nunca, nunca, llegaron a comprenderla. Por eso la trataban brutalmente. Jamás le fué dado respirar el aire libre, permaneciendo oculta entre las nubes de humo, las emanaciones de los cuerpos y el vaho nauseabundo que envolvía la atmósfera del bodegón.
Vivía la vida mísera y sentimental de una camarera de caféconcierto. Y se enfermó de un mal incurable. Gajes del oficio. Alguien la había contaminado. Quizá algún sujeto tabernario de esos que beben vino y escupen sangre o algún periodista hambriento que apoyara en ella su desconsuelo.
La pobre silla bacilosa continuaba heroicamente en pie. Pero una noche no pudo resistir el peso de un cuerpo, sintió flaquear sus piernas y se desplomó lanzando un débil gemido. Al día siguiente la llevaron al hospital, pero no tuvo cura. Tenía la piel de madera agujereada. Como si hubiese padecido viruelas.
Triste destino el de esta silla obrera, más útil que cualquier cachivache de museo.
Murió de enfermedad contagiosa y sus restos fueron arrojados a la estufa.
Se consumió sin un reproche, arropando la estancia en tibieza de nido.
El fuego, gran purificador, la convirtió en cenizas.
Fin
Enrique González Tuñón.
Escritor, periodista y novelista.
Buenos Aires, Argentina.
1901- 1943
Arte: Mario Pellerito
Del Libro: El Alma de las Cosas Inanimadas (1927)
"Biblioteca Gustavo Riccio"